Cuento de hadas
Es hora de detener mis pasos, sentarme en medio del camino y pensar si es bueno continuar.
¿Es necesario hacerlo? ¿No puedo quedarme aquí sin la necesidad de explorar nuevos horizontes?
¿Quién me lo prohibirá?¿Quién puede detenerme de querer detenerme?
Si decido rendirme, nadie puede obligarme a seguir. Si decido morir ahora sin despedidas ni llanto, nadie podrá decir adiós.
¿Quién me lo prohibirá?¿Quién puede detenerme de querer detenerme?
Si decido rendirme, nadie puede obligarme a seguir. Si decido morir ahora sin despedidas ni llanto, nadie podrá decir adiós.
Y así fue que comenzó nuestro verdadero amor, así fue que descubrí que el olor de una rosa se llama rosado.
Es hora de morir joven, de no conocer las arrugas. Si decido no envejecer, ¿quién me lo va a impedir? Si el deseo más íntimo de mi alma es morir, ¿quién lo desnudará?
Avanza a mi lado- me rogaste- tan cerca que nos volvemos uno y nuestros pensamientos se confunden entre nuestros cabellos.
Avanza conmigo-me dijiste- tan rápido que nuestros corazones se cansan y deciden morir antes que continuar el camino.
Es hora de mirar hacia atrás pero no retroceder, de observar lo que me podría haber esperado y soñar. Es hora de cerrar los ojos, supirar, reír, llorar. Es hora de morir sin ser recordado, sin ser héroe, sin ser yo.
Y así terminó este cuento de hadas, en el que los muertos fuimos sólo tu y yo,
así fue como desubrí que ni el rosado, ni tus cabellos podrían hacerme avanzar, o retroceder.
Sólo me quedaba esperar, rendirme, perder...